Reseña Dixit

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Reseña Dixit

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Dixit: Sé lo que estás pensando…

Si te gustan los juegos, sabrás de qué hablo. Me refiero a esos comentarios de tus amigos que no suelen moverse habitualmente dentro de la esfera lúdica, a esas situaciones en que, aún sin haber probado uno de tus juegos, afirman con vehemencia aquello de “eres un friki”. No es que la frase sea excesivamente negativa, ni que ellos tengan mala uva, incluso puede tener connotaciones cariñosas, simplemente queda bien decirlo.

Pero de vez en cuando sucede que prueban algunos de tus juegos que, para su sorpresa, les ha hecho pasarlo bien. Ante dicha situación son varias las maneras de actuar, habrá quien abiertamente diga aquello de “hostia, pues me ha gustado”, otros mostrarán indiferencia, algunos empezarán a interesarse por el mundillo y, cómo no, habrá quien siga negándose a reconocer que han pasado un buen rato, de la misma manera que negarán haber espiado a alguien alguna vez por Facebook.

Sin embargo, existen juegos que, por mucho que algunos lo nieguen, nunca dejan indiferente a nadie y Dixit es uno de ellos. La primera dificultad que encontramos a la hora de hablar sobre Dixit es cómo catalogarlo, imposible de encuadrar en alguno de los estilos de juego más recurrentes. Se podría decir que es un juego de deducción o un party game, pero en el momento de su creación Dixit era un juego único. Entonces ¿de qué hablamos al hablar de Dixit?





Para un mínimo de 3 jugadores y un máximo de doce, de una edad recomendada a partir de ocho años, Dixit es un juego de cartas en cuanto a componentes pero no un juego de cartas al uso (al menos el uso más común). Así pues ¿para qué sirven estás cartas? Pues básicamente para que los jugadores les den un significado y las relacionen con un sentimiento, idea, creación artística o cualquier concepto que les venga a la cabeza cuando las tengan en su mano.

En total, el juego base tiene 80 cartas que se pueden complementar con expansiones. ¿y cómo se juega? Pues al inicio cada jugador recibirá siete cartas y en cada una de las rondas habrá un “narrador” distinto. La función del narrador será la siguiente; elegirá una de sus cartas y deberá pensar en un concepto u idea que esa carta le inspire, acto seguido, y tras haber comunicado el concepto elegido, el resto de jugadores deberán elegir una carta de su mano que crean se ajusta a la idea expresada por el narrador (el juego es bastante flexible y se pueden establecer, antes de empezar, temáticas sobre las que deberá basarse la partida, por ejemplo películas, si no, se puede dejar la temática totalmente abierta).





Todas las cartas elegidas, la del narrador y las del resto de jugadores, se mezclaran sin que se sepa que carta corresponde a cada uno. Evidentemente, sobra decir que el objetivo de los no narradores, es tratar de engañar al resto haciendo creer que la carta elegida por el narrador es la suya y es precisamente aquí, donde encontramos la miga del juego. Una vez se han mezclado las cartas, estas se ponen boca arriba para que todos las puedan ver, a continuación, se asigna un número a cada una de las cartas para que puedan tener una referencia. Es entonces cuando da inicio la fase del juego dónde los jugadores, a excepción del narrador, señalaran que carta creen que corresponde al narrador. Para ello deberán utilizar un marcador donde podrán elegir dicha carta señalando el número que le había sido asignado como referencia ¿Demasiado simple? Lo parece, pero atención, la gracia cuando eres el narrador, está en que no puedes ser muy explícito pero tampoco demasiado ambiguo ya que el sistema de puntuación funciona de la siguiente manera; el narrador puntuará por valor de tres si sólo alguno de los jugadores ha elegido su carta, por el contrario, si todos han coincidido en cuál era su elección, o nadie la ha sabido detectar, no conseguirá puntuar, mientras que el resto de jugadores se llevarán dos puntos. El resto de jugadores se llevaran un punto por cada jugador al que haya conseguido engañar (con un límite de 3) y tres puntos si consiguieron adivinar la carta elegida por el narrador.



La imagen corresponde a Dixit Odyssey, con un nuevo sistema de puntuación



Lo más importante en Dixit (como en la vida), es la actitud con la que los jugadores afrontan las partidas, dispuestos a dejarse llevar, a reír y, por qué no, animarse a explicar de dónde sacaron aquella idea u inspiración. Os aseguro que es sorprendente como una carta ofrece más interpretaciones de las que creemos, darnos cuenta de quien piensa como nosotros y cuán difícil es a veces determinar que concepto vamos a elegir. A pesar de ser un juego simple en su mecánica, no lo es en su desarrollo y asegura partidas de risas y buen humor.

Y recuerda, si al acabar una partida alguien reniega de haberlo pasado bien, siempre podrás decirle que seguro, algún día, también negó haber espiado por Facebook.

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